viernes, 27 de agosto de 2010

jueves, 18 de junio de 2009

martes, 2 de junio de 2009

SABADO

Y un día como cualquier otro de mi vida, me levante pensando en Aurora. ¿Que será de su vida? ¿Se habrá casado o estará soltera? Todavía recuerdo aquella tarde en Parque Sarmiento, tendríamos dieciséis años cuando la bese por primera vez. Estaba muy nervioso, y no sabia muy bien que decirle. Creó que me sentía como un estúpido frente a su mirada, porque le bastaba con un vistazo para ponerme el corazón a ciento ochenta kilómetros por hora. La cuestión que tome coraje, y empecé a decirle todo lo que sentía por ella. A mitad de la declaración, me interrumpe con el beso tan deseado e imaginado tantas veces en miles de situaciones distintas. Cinco minutos aproximados fue lo que duro el acto, pero basto para hacerme comprender que quería pasar el resto de mi vida a su lado. ¡Cuanta inocencia! Pensar pasar el resto de mi vida al lado de una chica con solo darle un mísero beso de cinco minutos. Dude en llamarla por la tarde, aún conservo su número de teléfono en mi vieja agenda, pero tendría que disimular de estar hablando con otra persona. Si me escuchara Norma estaría en serios problemas. No es muy celosa mi señora, pero siempre esta esa pica de las mujeres con las ex novias.
Después de desayunar, leer el diario, y discutir con mi hijo acerca de su futuro, salí a caminar, como todos los fines de semana, por la pequeña y cálida plaza de Los Artilleros. Hace cinco años que realizo esa rutina, desde que el médico me recomendó que lo haga debido a los kilos demás que los años me han dado. Porque no soy de comer en exceso, nunca fui de tener gula. Bueno…, los domingos es inevitable no repetir un par de veces los exquisitos ravioles caseros que Norma hace con tanto amor, y debo reconocer que su especialidad son los postres. Cada vez que hace budín de pan, no puedo dejar de ir a la heladera para darle una tajada con la cuchara, antes de irme a dormir.
Al volver a casa, me quería pegar una ducha, y lo digo en pasado con forma de intención porque el baño estaba ocupado por mi delicada esposa, la cual puede pasar días enteros en el. Así que me dispuse a escuchar un disco que me habían prestado, de un tal Mario Bofill, para pasar el tiempo hasta que se desocupe el único lugar de la casa en el que uno se encuentra consigo mismo, el baño.
Al sentir el ruido de un portazo proveniente de la habitación de Tobías, mi hijo, sabía que seria imposible utilizar el teléfono. Seguro había discutido con su novia. Llevan casi cinco meses en pareja, y todavía no entiendo como hacen para discutir en ese periodo de tiempo. Eso debe ser el verse todos los santos días, se desgastan. A su edad, me dejaban ver a mi novia nada más que los sábados, y por lo general siempre íbamos escoltados por mi cuñado, el Enzo. ¡Ese si que la hacia bien! Me extorsionaba con que si no le daba diez pesos para sus salidas, le contaría a Norma que me encontró con otra mujer. ¡Patrañas! Por suerte, Norma nunca le creyó.
Me molestaba un poco la idea de no poder llamarla a Aurora, y de hacerlo, el hecho de estar disimulando. Así que no tuve mejor idea que probar desde un locutorio.
El primer llamado que realicé, deje sonar dos veces y corté. Me agarro un poco de, no se, ¿culpa? ¿Remordimiento? Respire profundo y me sentí seguro de lo que quería, hablar con Aurora. Volví a marcar, y esta vez me atendió una voz de mujer bastante venida en edad,

-Hola…., buenas tardes señora, ¿se encontraría Aurora?
- No joven, esta usted equivocado, no vive ninguna Aurora en esta casa.
-Disculpe Señora, muy amable.

Sentí una angustia, un aire de fracaso al no poder comunicarme con ella. Tenía un anhelo de escuchar su voz y que me contará de su vida. Pero sabia que esto podía suceder, estaba entre las posibilidades.
A la hora de la cena, me sentía molesto, fastidioso con el hecho de saber que recibiríamos visita. Norma subió para cambiarse, ya que vendría su mejor amiga con su marido. No tengo nada contra ellos, pero me hubiese gustado aprovechar para descansar y estar con Norma. Hacia tiempo que no estábamos solos en la casa, y era una buena oportunidad.
Cuando bajo las escaleras era indescriptible su belleza, el pelo recogido, su rostro pequeño, parecido a una frutilla. Una remera negra escotada insinuante y un pantalón de vestir verde que le marcaba las bellas piernas que aún conserva desde el día en que la conocí. Es evidente que estoy enamorado de mi mujer. Ella sabe muy bien lo que me gusta, y creo que se dio cuenta de que me encontraba molesto, ¿como no perdonarla?
Entre charla y copas después de la cena, nos hallamos los cuatro en un estado de alegría. Decidí poner un poco de música y sacar a bailar a Norma, para mantener el clima. Cosa que la pareja amiga comenzó a seguirnos, al ritmo del dos por cuatro. Al final de la velada y de la noche, cuando pudimos estar completamente a solas, y nos disponíamos a foguear, me quede dormido.

lunes, 25 de mayo de 2009

martes, 21 de abril de 2009

miércoles, 1 de abril de 2009

miércoles, 25 de marzo de 2009